No importa en qué lugar. Dicen que en Martorell. Qué más da. Antes ocurrió en otros sitios. Por ejemplo en Gerona. No importa contra quién. Dicen que contra el Partido Popular de Cataluña. Antes agredieron a otros. Por ejemplo a Ciudadanos, partido de la Ciudadanía. Y seguramente ocurra de nuevo mañana. Es posible que contra los mismos. Ya se sabe, a perro flaco todo son pulgas.
No tentemos a la suerte o calculemos réditos y beneficios coyunturales de agresiones previsibles. Nadie estará a salvo nunca si una sola agresión queda impune o se la condene con la boca pequeña. Si ese fuera el caso.
Cataluña no se puede permitir ni un día más la vileza del fascismo. Digámoslo claro, del fascismo. No es otra cosa la agresión sufrida por el Partido Popular de Cataluña el martes en Martorell. Las actitudes, los comportamientos, el desprecio a las ideas, la manera de evidenciarlo; todo, incluida la violencia física, todo es sucio fascismo. Revístanlo de lo que quieran. Con la bandera catalana, con los insultos de fascistas a quienes sufren la agresión, con la defensa de la nación oprimida o la desaparición de la lengua. Flaméenlo si quieren con todo el victimismo catalanista que quieran, pero el resultado viene en todos los manuales de historia: quien utiliza la fuerza para impedir que otros defiendan ideas, es un fascista. No un violento, no un poco intolerante. No, un fascista.
Y quien titula en primera página, como es el caso de El País, con disculpas retóricas a la acción, se está equivocando. La palabra "zarandeados" evita, disculpa lo indisculpable. Se cae en el mismo error cuando Carod Rovira acusa a los agredidos de provocadores, cuando el PSC hace una campaña del Estatuto que hace incompatible al PP con Cataluña, cuando el responsable juvenil de la Federación de Jóvenes Socialistas de Martorell, Jordi López Font, participa en la agresión y aún tiene cuajo para justificarla. "Es una vergüenza que venga una persona como Ángel Acebes que desprecia a Cataluña y nos insulta". Cuando a Enric Sopena en Com Radio pone peros, compara con otros casos fuera de Cataluña y centra su preocupación en la mala imagen que estos acontecimientos dan de Cataluña. No le parece importar el mal, sólo la imagen fea que deja al oasis.
Hay otras formas de enfrentarse a ese fascismo: denunciándolo sin disculpas ni peros y si es posible, sancionarlo con contundencia. Maragall hizo lo primero, Montilla lo segundo. Uno tildó la agresión de fascismo, el otro expulsó al joven socialista del partido. No todo lo iba a hacer mal Montilla y justo es reconocérselo y resaltarlo.
Como evidente el infantilismo político de Zapatero que tan bien retrató Cayetana Alvarez de Toledo ayer en El Mundo al preguntarse por el Estado cuando asediada sentía su ausencia acorralada por los facinerosos: "¿Dónde está el máximo responsable de velar por los derechos y la seguridad de todos los ciudadanos? No estaba lejos. También estaba en Cataluña, en Sabadell. Mientras nosotros corríamos bajo una lluvia de piedras e insultos, él se jactaba ante los suyos de encontrarse 'cómodo en Cataluña, no como otros dirigentes...'."
Todos podemos ser mañana el PP o Ciudadanos. Es una historia muy vista: Cuando llega el odio, siempre es demasiado tarde.
Por todo esto se ha convocado a todos los partidos políticos catalanes a las 12 horas del domingo en la Plaza San Jaime de Barcelona para mostrar su rechazo a la violencia. Sólo un lema: "Juntos contra la violencia". Sin banderas partidistas ni pancartas interesadas, en silencio contra el alarido y la agresión.
Bien estuvo la condena del Parlamento catalán, bien estuvieron las de líderes de distinto pelaje y condición, mejor estará que se salgan del guión, se quiten la chaqueta y ocupen la plaza todos, todos juntos contra la violencia. Políticos y ciudadanos en general, gente corriente al fin y al cabo.
En esta sociedad que se graban camisetas con eslóganes como "Tots som Pepe Rubianes" o "Tots som Elvira Lindo" sería imprescindible y hermoso que se unieran sus políticos para reivindicar un solo eslogan: Juntos contra la violencia. Es de sabios prever para no verse obligados a curar. Podemos permitirnos el ridículo de la exageración, pero nadie nos podría perdonar una sola desgracia por culpa de la prudencia interesada.
Y mientras llega el domingo, hoy cada uno de nosotros hemos de solidarizarnos con el PP independientemente de nuestras ideas.