Debe tener muchos años o ser muy ilustre nuestro bufón, Albert Boadella. O las dos cosas a la vez. Todo el mundo le premia últimamente, hasta los nacionalistas.
Lo contaba Arcadi Espada en su columna de El Mundo (22/08/2006). El alcalde de Bellpuig (Lérida) y diputado en el Parlamento de Cataluña, Joseph Pont y Sans, le comunicaba por carta la concesión del premio Boira (niebla) por su aportación continuada al descrédito del nacionalismo y la identidad catalana. En contraposición conceden otro de carácter positivo, Estel (estrella) destinado a aquel o aquellos que se hayan destacado en la defensa de la identidad milenaria de Cataluña.
Desviste Arcadi "la cínica y afectada naturalidad protocolaria con que envuelve su salivazo" el alcalde en el redactado con el que anuncia al dramaturgo su elección. No le faltan razones, pero barrunto que el bufón no perderá ocasión de hacer honor a dicho premio.
Y es que es un honor ser premiado con desprecios por teólogos milenarios en pleno siglo XXI. Ya declinó Boadella recoger la Creu de Sant Jordi, el galardón más preciado en Cataluña por los especialistas en identidades. Tenía su razón de ser. Debió pensar que era un deshonor recibir premio tan manoseado por nacionalistas. Así que habrá saltado de alegría al comprobar que los especimenes más ilustres de la patria catalana le han descartado como compañero de viaje. Gran honor, diría yo, que en plena época nazi te hubieran concedido un premio por haber destacado en el desprecio al nacionalsocialismo. (Que nadie se ponga nervioso por la metáfora. Es de sobra conocida la eficacia que tiene para nuestros ciegos ojos, el apoyo de un microscopio. Lo que es, sólo es visible a condición de aumentarlo cien, mil, un millón de veces. Es el caso.)
Por todo ello, Arcadi, habremos de estar en hora buena y no enrabietarnos por el agravio. No hay tal. Pero sí es pertinente tu escrupulosa puntuación en el asunto de los dineros públicos. Que un particular o una asociación de particulares se dedique a premiar o a ofender a terceros por estar cerca o lejos de sus cosmovisiones es cuestión que atañe únicamente a sí mismos, a sus dineros y a los límites de la ley. Pero que sean los dineros públicos los que se utilicen para intentar denigrar, expulsar de la comunidad, afear o criminalizar, es materia reservada a juzgados de guardia. Pero como en Cataluña hoy día todo el mundo anda en parihuelas llevando mitos y dioses laicos a las catedrales democráticas como si fueran iglesias y aquelarres, tal apreciación se tiene por mosca cojonera.
Me imagino a Boadella con un traje de lino blanco, sombrero haciendo juego, puro habano y zapatos de charol abrirse camino entre huestes esteladas hasta el estrado. A quién le guste el teatro que se lleve la cámara, ese día el bufón no cobra entrada.
Si sigue la política catalana a este ritmo, los vodeviles dejarán en paro a más de un guionista teatral.