En contra de lo que cree y dice nuestro eternamente sonriente presidente del gobierno, la política exterior tiene sus beneficios, si cuenta con unos principios rectores adecuados y si se ejecuta bien. Pero también tiene sus costes si las directrices son erróneas y su ejecución mala. Este es el caso del actual ejecutivo socialista que no tiene ni buenos principios ni sabe cómo gestionar los que defiende.
Al comienzo de todo, ya se sabe, fue lo de Irak. Su retirada unilateral, a pesar de haber prometido esperar las decisiones de la ONU, y, aún peor, el llamamiento a la deserción de la coalición internacional, colocó a España en una tesitura insostenible respecto a Norteamérica. Y no es ya que los dos presidentes no se vean, sino que esa mala imagen acaba calando en otras esferas. Por ejemplo, en el terreno económico. Una empresa española como Indra, con grandes esperanzas para el mercado americano, ha visto su contratación reducida al mínimo imprescindible para no tener que cerrar su filial norteamericana, pero ni un dólar más. Y es sólo un caso.
Luego vino Europa y la aceptación de un reparto de fondos claramente dañino para nuestros intereses nacionales, a cambio de estar presentes en un eje, el franco-alemán, que una vez derrotado el candidato de ZP, Gerhard Schröder, no ha tardado nada en disiparse. O sea, que mucho o todo a cambio de nada.
Más tarde llegó Evo y a cambio de las promesas de doblarle la generosa ayuda al desarrollo gestionada políticamente por la sectaria de estado Leire Pajín, decidió sin contar con la Moncloa o Moratinos que nacionalizaría las empresas energéticas y que chantajearía a las españolas para sacarles cuanto dinero pudiera. Pregunten a los directivos de Repsol si están satisfechos con la gestión de nuestro gobierno en este asunto.
Ahora viene Israel y, todavía más, la comunidad judía. El apoyo a Hezbolá y los sucesivos gestos anti-israelíes (que, en realidad no son gestos caprichosos, sino la expresión instintiva de lo que es Rodríguez Zapatero, un anti-semita, lo permita decirlo o no Moratinos) no le van a salir gratis a nuestro país. De hecho, el Consejo Mundial Judío ya le ha hecho llegar al presidente de gobierno una carta en la que se expresa el profundo malestar de la comunidad judía por las manifestaciones del dirigente español. No sólo incomprensibles, sino indignantes. De una manera muy culta y diplomática el CMJ le viene a decir a Zapatero que se está inventando la realidad y que su mente tiene poco que ver con los hechos que vivimos. Y no se equivocan.