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Antonio Robles

La penúltima homilía de ETA

Nuestro presidente nos está llevando a la derrota, ha dado alas a una pandilla de extorsionadores, les ha otorgado las credenciales de representantes políticos de la Euskal Herria mítica, nos está vendiendo por un plato de lentejas.

Conclusión: Admitir vuestra culpa, pedidnos perdón, aceptar las consecuencias, en una palabra, devolved al Pueblo Vasco lo que le habéis robado, su libertad. Corto y cierro. Este es el resumen del último comunicado de ETA.

Mientras millones de españoles exigen ingenuos un detalle de piedad a los verdugos, ellos exigen a Zapatero y al Estado español que reconozcan sus crímenes contra el pueblo vasco. Ni una brizna de arrepentimiento, ni una duda en sus obsesiones políticas de fondo, mucho victimismo y razón moral de viejo "guerrillero".

Ya barruntábamos en la mirada insolente y despiadada de Txapote que las homilías de Zapatero eran sólo humo. No se puede deducir otra cosa a la luz de ese comunicado. Toda su negociación consiste en que el Estado se rinda, porque todo intento de derrotarles ha fracasado, porque sólo reconociéndoles la soberanía usurpada traerá la justicia a Euskadi y la paz al Estado Español.

"Que nadie se lleve a engaño", amenazan: Cualquier otro escenario les obligará a reanudar la lucha armada (No entrecomillo todas estas evidencias porque no quiero reproducirles el comunicado disponible hoy en cualquier medio de comunicación).

En esto consiste su "diálogo", en el reconocimiento de "Euskal Herria". Y como saben bien, eso implica pasar por encima de las leyes del Estado, por eso exige al Gobierno a negociar sin marco constitucional alguno. En ese mismo párrafo ETA reclama el cumplimiento del pacto político secreto que a todas luces se intuye tras la siguiente exigencia: "ETA emplaza al Gobierno español para que pase de las palabras a los hechos, dando los pasos necesarios para garantizar que ninguna legislación, ordenamiento jurídico, ni Constitución o límite en el desarrollo de la decisión que mayoritariamente adopte el Pueblo Vasco".

¡Qué inmenso error! Nuestro presidente nos está llevando a la derrota, ha dado alas a una pandilla de extorsionadores, les ha otorgado las credenciales de representantes políticos de la Euskal Herria mítica, nos está vendiendo por un plato de lentejas. Se nota hasta en el lenguaje; ETA ha recuperado el viejo lenguaje, la retórica más criminal, ha desenterrado los viejos dogmas y se está convirtiendo en el referente, de nuevo, de una juventud vasca tan romántica como manipulada.

ETA se está cebando en la debilidad de un presidente ambicioso. Hará lo que sea "como sea" para lograr un destello de luz en el infierno. Pobre diablo, ETA sabe, ahora sí, con seguridad, que puede decir o hacer lo que quiera, incluido volver a matar. Haga lo que haga siempre habrá un presidencillo con ganas de pasar a la historia. Haga lo que haga, siempre podrá volver a negociar en cuanto diga que nos regala un alto el fuego. La excarcelación de sus presos, por lo mismo, es una posibilidad a la carta. Cuando quieran. La fuerza democrática del Estado y la unidad nacional no han logrado meterles en la cabeza que, hagan lo que hagan, nunca, nunca, bajo ningún concepto podrán alcanzar sus objetivos. Esa era el arma más poderosa que Aznar inauguró y este falso monje budista ha desactivado. El despropósito es tan enorme como la sospecha del juez Marlaska de que nuestra propia policía ha pasado información a ETA de un operativo policial contra ella. Ya no sabe uno quien es el amigo o el enemigo. El propio ministro de Interior, Pérez Rubalcaba, en su comparecencia por las últimas detenciones etarras, "se olvidó" de felicitar a las fuerzas policiales.

En un pulso, uno negocia no sólo con su fuerza, sino con la fuerza o debilidad mental del otro. Entre humanos esas energías se negocian y de su manipulación alguien aparentemente más débil puede sacar mayor rédito que quien a priori parece o tiene más fuerza. ETA es el mal, no porque busque la independencia de Euskadi o esté contra España, sino porque mata. Y contra el mal no se negocia, se utiliza la psicología del toro. Cuando nos ponemos ante un toro o corremos un encierro, nadie en su sano juicio trata de negociar con él. No admite disculpas o resbalones, sabes que te llevará por delante si le provocas o no estás a cubierto. Y lo sabes íntimamente, con absoluta seguridad y por lo mismo tomas precauciones y tratas de esquivarlo. A nadie puedes recurrir, inútil hacerte la víctima, es el límite del diálogo. ETA habría de estar tan segura de la ciega nobleza democrática del Estado como del miedo que sentimos ante la nobleza ciega de un toro.

La paz, como diría Fernando Savater, puede que no sea más que el deseo de que nos dejen en paz. Si así es, si el pueblo español no reacciona por comodidad contra este suicida intelectual, todo está perdido.

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