El mismo día en que Alfredo Pérez Rubalcaba ha tomado posesión de la cartera de Interior, el juez de la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, ha dictado el auto de procesamiento contra 29 de los 116 imputados en la causa en la que se investigan los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Simple casualidad, pero no deja de ser irónico que el miembro del PSOE que más se significó en aquellos días vuelva al primer plano de actualidad en el mismo momento en que se dicta el procesamiento de sólo unos pocos del largo centenar de detenidos tras cometerse la masacre.
El hecho es que, tras hacerse público el auto, una lectura rápida del mismo reafirma lo que tanto Libertad Digital como el diario El Mundo habían anticipado hace meses. Vemos, por ejemplo, que sigue sin haber pruebas de peso que incriminen a Jamal Zougham, o que la célebre mochila de Vallecas puede ser desechada, desde ya mismo, como prueba de cargo. Son sólo dos ejemplos, pero hay más. Nuestro colaborador Luis del Pino lo ha tratado más extensamente, tanto en las páginas de nuestro diario como en su bitácora. El auto dictado ayer viene, entre otras cosas, a confirmar que la batalla por la verdad que ciertos periódicos estamos librando desde hace dos años es esencial y recoge los frutos esperados.
De cualquier modo, sería un error engañarse y pensar que el asunto del 11-M está ya resuelto. A pesar de que desde el Gobierno y sus medios afines todo está dicho, lo cierto es que queda más por investigar de lo que quedaba ayer; esto es un auto de procesamiento, no de conclusiones. José Blanco, sin embargo, ha preferido mantenerse fiel a sí mismo repitiendo como un papagayo un puñado de clichés caducados en los que, como era de esperar, no ha faltado la mención a la guerra de Irak y su nunca demostrado vínculo con la tragedia de Madrid.
Sirva esto como termómetro y aviso a navegantes. El PSOE trata por todos los medios de perpetuar y grabar a fuego un mantra que no se sostiene, esto es, que los atentados fueron consecuencia del apoyo diplomático de Aznar a la intervención aliada en Irak. No hay una sola evidencia de ello, pero tanto Blanco como cualquier socialista que se digne siguen erre que erre con lo mismo. Por fortuna, en el otro lado del espectro político parece que la cordura impera. Martínez Pujalte ha pedido que continúe la investigación hasta que se aten todos los cabos sueltos de una trama que sólo estamos empezando a adivinar, y cuyo resultado final fue la muerte de 192 personas en un atentado sin precedentes en Europa.
Punto y aparte merece la nómina de procesados, en la que, naturalmente, Blanco ni ha entrado ni creemos que lo haga. De los 29, sólo nueve han sido procesados por pertenecer a una organización terrorista islamista. Otros nueve son españoles, cinco de los cuales están relacionados con la trama asturiana, la que proporcionó los explosivos. A pesar de ello, el auto sólo cita una vez a la banda terrorista ETA, y eso que es un documento de casi 1.500 páginas. Por último, un total de 11 son simples delincuentes comunes.
Con esta relación en la mano, quizá haya que revisar la tesis oficial que apunta a un grupo islamista marroquí como autor de los atentados. Es posible que mantener una "versión oficial" que se deshace a cada día que pasa siga brindando réditos políticos al Gobierno. No debemos olvidar que, en este tema, de lo que se trata es de saber la verdad para hacer la justicia que las víctimas y toda la sociedad española demanda desde aquella aciaga mañana de marzo. A estas alturas, sin embargo, lo único que sabemos a ciencia cierta es que no sabemos quién fue el responsable de la matanza. La investigación debe continuar.