“Desprecio, falta de lealtad e intento de asfixiar políticamente a la Comunidad de Madrid” son algunos de los calificativos con los que el vicepresidente madrileño, Ignacio González, ha descrito, merecidamente, la actitud del PSOE y del Gobierno de Zapatero contra la Comunidad de Madrid, en general, y su presidenta, Esperanza Aguirre, muy en particular.
No contentos con haberla intentando denigrar como “la líder de la derecha más extrema” –tal y como la calificó textualmente el secretario de Organización del PSOE, José Blanco–, ahora el Gobierno de Zapatero trata de ningunear a Aguirre en actos institucionales. Sólo este lunes se han celebrado en Madrid dos actos de ellos, en los que la Comunidad de Madrid no ha estado representada porque no ha recibido invitación: la presentación de 815 policías nacionales destinados a la Comunidad y el izado de la bandera de España en la Plaza de la Lealtad, acto en el que estuvieron presentes Bono y Gallardón.
Si Blanco, con sus insultos a Aguirre, sólo reflejaba lo mal que encaja el PSOE la crítica democrática, el Gobierno de Zapatero delata su sectarismo hasta el extremo de no invitar a un acto de Estado al principal representante del Estado en la región, que es el presidente de la Comunidad.
Las críticas de Esperanza Aguirre casi siempre se han caracterizado por su lucidez, por su firmeza y, al tiempo, por el permanente respeto con el que se dirige a sus adversarios políticos. Ha sido, en definitiva, una buena muestra de ese “suaviter in modo, fortiter in re” con el que su admirado Hayek aconsejaba a los liberales defender sus posiciones y principios.
Hará bien Esperanza Aguirre en mostrar por escrito a Zapatero su malestar ante una actitud que tan mal –o, mejor dicho, tan bien– delata la verdad del “talante” del Gobierno socialista. Por nuestra parte, no podemos, sin embargo, dejar de reclamar, a Gallardón –como alcalde de Madrid– y a Mariano Rajoy –como presidente del PP–, que se impliquen en la denuncia de esta inadmisible actitud por parte del Gobierno socialista contra la presidenta madrileña.
Por mucho que Aguirre no quiera poner en compromisos ni a uno ni a otro, la más nimia atención al respeto institucional –por no hablar de la más elemental solidaridad a las siglas con las que Gallardón se presenta a las elecciones– debería llevar al alcalde madrileño a exigir, como condición sine qua non para la suya, la presencia de Esperanza Aguirre en aquellos actos a los que, como presidenta de la Comunidad de Madrid, le corresponde asistir como invitada.
En cuanto a Rajoy, el más elemental respeto a los votantes del PP –no sólo de Madrid, sino de toda España– debería moverle a dar amparo público a la dirigente madrileña. Desde luego, lo merece bastante más que Piqué...