Podría parecer que en la COPE hemos hecho lo más difícil: recuperar en apenas año y medio la audiencia, la publicidad y la influencia perdidas, convertirnos en la única alternativa real de opinión radiofónica al Imperio Prisaico, a la dictadura ideológica progre, al aplastante dominio de la Izquierda en los medios, al permanente sometimiento de los españoles no de izquierdas o simplemente españoles a socialistas y separatistas, unidos en el jaque mate a la nación y a nuestras libertades individuales, las de verdad.
Podría pensarse que ahora nuestro problema es evitar el endiosamiento, no acomodarnos ni apoltronarnos, no limitarnos, en fin, a administrar el cómodo segundo puesto logrado en la radio comercial, que por la polarización creada al plantarle cara abiertamente al imperio de la SER nos garantiza la publicidad a las dos cadenas por bastante tiempo.
Podría creerse que nunca la situación empresarial de los intelectuales y profesionales de la comunicación que han conseguido ese milagro en el que, aún produciéndose al abrigo de la Iglesia, no creía nadie hace dos años es o va a ser más fuerte que nunca. Nunca tan buen negocio resultó tan rápido y tan barato.
Pues bien: ni recuperar la audiencia, ni garantizar la influencia, ni representar la alternancia ni plantarle cara a la competencia significan nada. En rigor, significan que a partir de mañana podemos esperar todas las fechorías del Imperio Prisaico, altavoz de la trola y el embuste, cátedra de la difamación, sin estar seguros de que, aunque sea por una vez, no caeremos víctimas del fuego amigo, de esos chantajes institucionales o institucionosos que han solido encontrar en esa empresa tan peculiar que es la COPE campo abonado para la intriga y trampa artera para la claudicación. No hablo por temor, conste, sino por triste experiencia. Cuanto mejor vayamos, peor nos lo pondrán. No es que nada en la Conferencia Episcopal, ni en los anunciantes ni, por supuesto, en los oyentes, muchos allegados por Libertad Digital, nos lo haga temer. Pero, como decía Valle Inclán: “¡Viene en la Historia!” Hemos ganado una batalla por la libertad. Ahora se trata de no perder la guerra contra los liberticidas.