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Siguiendo el consejo de Aznar en la escuela de verano de la FAES, ya he reflexionado sobre la Constitución Europea. Y el resultado es que votaré no. Un no rotundo a algunos de los principios que la informan, que es tanto como un sí a los que se nos hurtan. Lamenta una legión de opinadores que en asuntos europeos, como las últimas elecciones, razonemos y actuemos en clave interna. ¿En qué otra clave habríamos de hacerlo?
 
La Unión, con su presupuesto gigantesco, ha sido incapaz de explicar a los ciudadanos afectados por sus decisiones qué es el Parlamento Europeo. O sea, qué no es: un parlamento. La masiva ignorancia acerca no ya de los procesos, trámites y mecanismos, sino del mero valor y significado de sus instituciones tiene culpables: las propias instituciones.
 
Hemos pagado a funcionarios sin cuento para que debatan, en un insomnio belga que ha durado décadas, acerca de la apasionante dicotomía approfondissement / élargissement. Presenciamos un flujo diario de mil millones de euros que van a financiar la agricultura europea impidiendo el desarrollo de los productores del tercer mundo, cuyas familias compran, cuando pueden, las frutas y hortalizas italianas o la leche holandesa en su poblado africano porque son más baratas que las que vende su vecino. Asistimos al doble juego de mantener las ventajas defensivas del vínculo atlántico mientras nuestros representantes abominan del estilo, maneras y estrategias estadounidenses (los catalanes tenemos una frase para esto: fer la puta i la Ramoneta). Le pagamos una vida de lujo a la esposa de Arafat a través de una burocracia abotargada, cobarde y envilecida que ejerce de plañidera propalestina mientras hace la vista gorda al terrorismo antisemita, engordando el atavismo contra un judío que no nos amenaza y con el que compartimos principios, valores y estado de derecho.
 
Y ahora nos vamos a tragar una Constitución de mentirijillas que no ha producido poder legislativo y constituyente alguno sino un cleptómano francés socio de caníbales tiranos. Que la voten los franceses si les place, y el PSOE en pleno. Yo votaré a favor cuando España recupere los puestos que ha perdido gracias a la destreza negociadora de Zapatero y su equipo de coles de Bruselas. Y cuando recoja explícitamente los valores de nuestra civilización.

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