La gran duda con respecto a la verdadera organización del 11-M ha quedado en parte aclarada por la extraordinaria actuación de la policía (nada comparable en ningún otro país occidental) y despeja la incógnita sobre la autoría de los "pelanas" de Leganés y el español de Asturias, que podían ser chusqueros, nunca generales de ese ejército del crimen contra seres indefensos. Ya sabemos que detrás de esa primera línea de mano de obra barata para el crimen había una célula organizada de auténtica envergadura, cuyos lazos internacionales van quedando más perfilados, aunque el suicidio (no inmolación) de los terroristas haya borrado muchas pistas. Fue Al-Qaeda utilizando islamistas marroquíes instalados en España. Pudo contar con la ayuda de los servicios secretos marroquíes, iraquíes o pakistaníes (en la raíz de la estructura de Ben Laden) y el país más beneficiado por los efectos políticos del 11-M es Marruecos, después Francia. Pero eso no significa de momento una implicación necesaria y directa en el 11-M. Indirecta, tal vez.
Lo que cada vez resulta más claro pero más negro es la utilización política del terrorismo islámico por la izquierda española y antiespañola, con el Grupo Prisa a la cabeza, contra el PP, para manipular los sentimientos de terror y encontrar un chivo expiatorio, a la manera de los judíos durante siglos, para exorcizar ese pánico. La minifestación en Leganés de PSOE e IU contra el PP, presidida por la futura vicepresidenta del Gobierno a dos días del asesinato de un GEO y la muerte de los terroristas es la prueba de que la única política real en ZP y Polanko es destruir a la derecha nacional para muchos años. Si se deja, claro. Aunque la tradición es que se deje.