El sensacionalismo, la tergiversación y la desinformación han sido armas tradicionales del ecologismo militante. Steven Schneider, profesor de la Universidad de Stanford, experto en “cambio climático” y uno de los personajes más eminentes del activismo ecologista, ya decía en octubre de 1989, en la revista Discover, que, para que el ecologismo triunfara, era necesario “...obtener una amplia base de apoyo, cautivar la imaginación de las gentes. Ello exige, por supuesto, una gran dosis de cobertura mediática. Y para ello, debemos pintar escenarios aterradores, con frases concisas y dramáticas, sin mencionar apenas cualquier duda que pudiéramos tener. No hay forma de resolver este ‘dilema moral’ con el que frecuentemente nos topamos. Cada uno de nosotros tiene que decidir por sí mismo cuál es el equilibrio adecuado entre la eficacia y la honestidad”. Bjorn Lomborg, ex miembro de Greenpeace, ha denunciado en su libro El ecologista escéptico, recientemente publicado en español, ese leninismo de los activistas del ecologismo predicado por Schneider. Ni qué decir tiene que ha sido objeto de las iras, de las agresiones y de las descalificaciones de sus ex compañeros de militancia –incluido Schneider–, teniendo que pasar a una especie de semiclandestinidad por desvelar que el habitual catastrofismo de los comunicados de las organizaciones ecologistas se basa muy frecuentemente en la manipulación y la tergiversación de teorías científicas y de datos estadísticos.
El informe presentado el jueves de forma simultanea en Londres y Madrid por WWF-Adena acerca de las consecuencias del naufragio del Prestige en su primer aniversario, reviste precisamente esa intención de “pintar escenarios aterradores”, sin mencionar posibles dudas, pues sin duda, en WWF-Adena ya han decidido por sí mismos “cuál es el equilibrio adecuado entre la eficacia y la honestidad”. Para Raúl García, el autor del informe, “seguramente, el marisco que se consume actualmente cumple con los estándares de calidad requeridos, pero esos estándares no son suficientes”. Ello se debe a que, según él, existe un “agujero legal” porque la normativa europea sólo contempla el análisis de seis agentes tóxicos, mientras que la norteamericana exige el estudio de dieciséis. Por ello, concluye que, aun cuando el marisco actual esté en buenas condiciones, el que se capture en el futuro “habrá acumulado elementos tóxicos” que pueden provocar cáncer. Por tanto, WWF-Adena concluye que la prohibición de pescar y mariscar en las costas afectadas por los vertidos ha sido levantada prematuramente y que habría que dedicar más medios y más tiempo para seguir investigando.
Sin embargo, lo que Raúl García no ha dicho es que la diferencia entre aplicar un método u otro –el de los 16 o el de los 6 agentes tóxicos– es substancial: el umbral de tolerancia para el primero es de 0,5 mg. de HAPs (hidrocarburos aromáticos policíclicos) por kilo de peso seco, mientras que para el segundo se reduce a 0,2 mg. Además, los riesgos para la salud (cáncer) sólo se presentan cuando se ingieren cantidades diarias durante períodos prolongados que sobrepasan con mucho los límites fijados por las autoridades sanitarias, descartándose la intoxicación aguda por ingestión accidental. Por otra parte, el portavoz de WWF-Adena tampoco dice que la lista de los seis elementos, establecida por el Consejo Superior de Higiene Pública de Francia a raíz del accidente del Erika y empleada por las autoridades españolas por la similitud de las dos catástrofes, está elaborada sobre la base de las recomendaciones de la OMS y adaptada especialmente al riesgo alimentario, siendo ratificada nuevamente por las autoridades francesas a raíz del accidente del Prestige.
Hay más de 2.400 inspectores en toda España tomando y analizando muestras de alimentos, y en el 99,71 por ciento de los casos, las muestras han presentado contenidos inferiores a los umbrales fijados. Por lo tanto, nos encontramos ante un nuevo episodio de intoxicación informativa protagonizado por una organización ecologista a la que no parecen importarle mucho las consecuencias económicas de su injustificado alarmismo: El turismo de Galicia, además del factor paisajístico –afortunadamente ya recuperado en las costas–, es también eminentemente gastronómico, sobre todo en lo que concierne a los frutos de la mar. Y el sector pesquero es muy sensible a las falsas alarmas. Nadie querrá correr el riesgo de contraer un cáncer si, como asegura WWF-Adena, los efectos del chapapote sobre la fauna marina se prolongarán durante largos años.
La Xunta de Galicia, que administra las competencias en materia de pesca en su territorio, debería exigir responsabilidades penales a quienes propalan exageraciones con muy escaso fundamento científico; y, al mismo tiempo, también debería facilitar información accesible en varios idiomas –incluido el castellano– acerca de la situación y salubridad de la pesca y del marisco gallego: pues las fuentes oficiales de la Consejería de Pesca, consultadas por Libertad Digital, consideran que no tienen ni "obligación" ni "necesidad" de facilitar información sobre "asuntos gallegos" en la lengua oficial de España. Con esta actitud, que viola claramente la cooficialidad de las dos lenguas reconocida en la Constitución, no es extraño que trasciendan antes los bulos ecologistas que la información oficial cuando ésta, en la web de la Xunta, sólo está disponible en gallego, siguiendo las directrices del gobierno de Fraga en materia de inmersión lingüística...