La Sociedad de la Información en España no va bien. Ni mucho menos. Según los datos que recoge el III Informe Anual sobre el desarrollo de la Sociedad de la Información (eEspaña2003), elaborado por la Fundación Auna, el suspenso es mayúsculo. Un año más ocupamos el penúltimo puesto en Europa, sólo por delante de Grecia.
Tampoco es que la noticia nos coja desprevenidos. España siempre se ha alojado en el mismo lugar, por mucho Plan Info XXI que se lanzara a bombo y platillo, por muchas declaraciones atestadas de buena voluntad, por muchos proyectos de nuevo cuño que se hayan creado. Una vez más nos mandan repetir curso. ¿Hasta cuando?
Uno de los apartados que calcula la eficacia del desarrollo de la Sociedad de Información es el número de internautas. A finales de 2001, España tocó techo al registrar 7.380.000 usuarios. 2002 fue el año del estancamiento, con un subida de apenas medio millón de personas, y este año no parece que la cifra vaya a dispararse. Avanzamos, pero a paso de caracol.
Ni siquiera las diversas iniciativas puestas en marcha para alentar la penetración de Internet en los hogares han surtido efecto: apenas un 30% de las casas españolas dispone de ordenador y, por tanto, puede acceder a Internet.
Que España ocupe el farolillo rojo en desarrollo de la Sociedad de la Información se debe a múltiples factores. A los ya comentados deben añadirse el estancamiento en la contratación de banda ancha, el desinterés por la innovación, la poca pujanza del 'eBusiness' y la tacañería a la hora de invertir en Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Estos son los mimbres con los que España se ha fabricado la cesta del fracaso.
Tal vez los dos últimos casos –el descenso del gasto público en Tecnologías de la Información y el escaso interés de las pequeñas y medianas compañías en implantar las nuevas tecnologías– representan de forma más clara los frenos en el desarrollo del sector. Todas las campañas de información no han reducido las reticencias de las empresas a dotar de conexión a Internet a sus empleados, de echar mano del Business to Business (B2B) o de, ni siquiera, potenciar los marketplaces.
También es cierto que no se les puede achacar toda la culpa del retraso a las empresas y a los usuarios. Si hubiera que colocar a alguien en el centro de la diana, éste sería el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Como máximo responsable de alentar la Sociedad de la Información, su fracaso ha sido estrepitoso. Las 300 acciones que contemplaba el Plan Info XXI –que expira a finales de año– demostraron que su principal intención era la de abarcar mucho pero apretar poco. Una vez enterrado el Plan Info XXI comienzan a desvelarse las líneas maestras de su sustituto, ideadas según las recomendaciones de la llamada ‘Comisión Soto’. Alguna de sus brillantes propuestas hacen hincapié en “conseguir un espíritu similar al que se alcanzó con la celebración de las Olimpiadas en Barcelona”, y en muchos círculos ya se hacen apuestas sobre qué tipo de mascota diseñarán para conseguir mayor poder mediático.
Sería un catastrófico error tomarse a chufla nuestra penúltima posición en desarrollo de la Sociedad de la Información. Miles de compañías basan su supervivencia en la consolidación de este sector. En juego no están unas migajas en forma de billetes, sino miles de millones de euros. Conseguir el mismo entusiasmo que el generado con las Olimpiadas de Barcelona parece, cuando menos, un preocupante comienzo para el nuevo plan que tratará de desarrollar la Sociedad de la Información en España.
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