Durante el juicio contra Microsoft, el jefe de Netscape preguntó a la sala donde se celebraba cuántos de los presentes tenían un ordenador personal y, de ellos, cuántos tenían instalado un sistema operativo Windows. La práctica unanimidad de manos levantadas se vio como un símbolo de que, sin lugar a dudas, Microsoft disfrutaba de una posición monopolística.
Yo también tenía esa postura. No obstante, lo malo de ser liberal es que se tiene cierto apego a la verdad; de modo que, cuando algunos amigos me hicieron ver que mi posición era muy poco sostenible, me vi en la necesidad de estudiar el caso más a fondo. Efectivamente, resulta difícil mantener que un simple y notable éxito empresarial sea malo para los consumidores si éstos no son forzados a adquirir ese producto. Resulta difícil ver qué pueda haber de malo para la gente en una situación que esa misma gente ha propiciado.
El mal nombre del monopolio es debido a las barreras legales que impiden la competencia con el mismo. Telefónica era un monopolio porque la ley impedía, por medio de la fuerza, toda posible competencia. La Seguridad Social es otro monopolio del que empiezo a dudar que nos vayamos a librar algún día. PRISA parte del monopolio concedido a base de licencias de radio y televisión.
Un supuesto monopolio que no tiene su fuente en una concesión legal no puede mantener su puesto durante mucho tiempo si no consigue impedir que la competencia le rebaje los humos. Y para conseguirlo tiene dos medios: mantener los precios bajos (en cuyo caso no parece que exista un gran problema) o presionando a las autoridades para conseguir convertirse en un monopolio legalizado. Este es el verdadero problema de una posición de dominio de un mercado logrado gracias a la superioridad de la empresa. Las preguntas que debemos hacernos son, por tanto, si Microsoft disfruta de algún beneficio legal que le permita tener el éxito que tiene y si está empleando su éxito para perpetuarse legalmente en su posición.
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.
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