Desde el pasado diez de abril en que las tropas norteamericanas entraran en Bagdad y cayera el régimen baasista, la coalición internacional había detenido a cerca de 40 de los líderes más buscados de la baraja de los 55. Habían caído hasta los hijos del dictador, pero el símbolo del terror que ha asolado Irak durante los últimos treinta años seguía libre y los iraquíes sentían su presencia. Ahora, con la captura del genocida, Irak da un nuevo paso hacia la libertad.