(Libertad Digital) La decisión de la Agencia Europea del Medicamento (Emea, en sus siglas en inglés) de otorgar a Yondelis el estatus de medicamento huérfano, que se aplica a todos aquellos compuestos que demuestran su eficacia en el tratamiento de enfermedades poco comunes para las que no hay un fármaco aplicable, constituye una puerta abierta a la esperanza de que, finalmente, acabe por autorizar su comercialización. El pasado mes de julio, la Emea, en una decisión harto sospechosa, decidió no aprobar Yondelis, pese a que la documentación y los testimonios de primera fila aportados por Zeltia para demostrar la eficacia de su compuesto en el tratamiento de un tipo de cáncer denominado sarcoma blando. Ante ello, la compañía gallega decidió en agosto presentar un recurso contra esta decisión, y ahora la propia Agencia concede ese estatus de medicamento huérfano, del que ya gozaba Yondelis para el tratamiento del sarcoma blando, a su aplicación como remedio contra cánceres de tipo ginecológico.
Esta concesión revela que, en principio, Yondelis es efectivamente eficaz. Eso no quiere decir que la Agencia se desdiga de su decisión anterior, pero es un paso esperanzador en este sentido que ha sido bien acogido por el mercado, con subidas de las acciones de Zeltia en un día de desplome general de las cotizaciones en todo el mundo. El anuncio tiene todo el aspecto de ser el principio de una rectificación a una decisión tan discutible como fue la de negar a Zeltia la aprobación para comercializar Yondelis. Una decisión en la que podría estar detrás la defensa de los intereses de la farmacéutica anglosueca AstraZeneca, que está desarrollando un fármaco similar para el tratamiento del sarcoma blando pero cuyas investigaciones van mucho menos avanzadas. AstraZeneca, además, está teniendo importantes problemas ya que todavía no ha encontrado nuevas patentes que le permitan mantener y mejorar las cifras de negocio de las que están a punto de vencer. De ahí ese cierto interés por parte de algunos miembros de la Emea en proteger a cualquier precio al gigante farmacéutico, un interés alimentado, además, por las reticencias de la Agencia a todo lo que venga de las empresas de biotecnología.